La vida es un camino que, como todos, tiene, inevitablemente, un final que es la muerte. Desde la Antigüedad ya se sabía que la vida era breve (Vita brevis est, como decía el cordobés Séneca) y que, por ello, había que disfrutar cada momento como si fuera el último, cultivándolo y seleccionándolo, de ahí, por ejemplo, el carpe diem horaciano que influirá en toda la Literatura Universal, por ejemplo en Ronsard, en el soneto XXIII de Garcilaso de la Vega y en muchísimos más autores.
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Kavafis |
Muchas veces nuestra vida, o algunos capítulos de ella, se convierten en una auténtica odisea, es decir, en un largo viaje en el que se suceden, entremezclándose, aventuras adversas y favorables, al igual que la vuelta a Ítaca del pobre Odiseo, cantada por Homero, en el que sufrió innumerables percances, a lo largo de diez años, hasta que logró, de nuevo, abrazar a su dulce y fiel Penélope y a su amado hijo Telémaco.
Debemos intentar que nuestra vuelta a Ítaca, que nuestra vida, sea larga y fructífera, a pesar de los sinsabores que nos encontraremos en innumerables ocasiones. Muchos de esos obstáculos estarán en nuestro interior porque el miedo, la duda o la inseguridad nos impedirán, algunas veces, alcanzar nuestro objetivo. Esos miedo no son sino los lestrigones y los cíclopes a los que se tuvo que enfrentar el ingenioso Odiseo. Como él tenemos a nuestra disposición solamente nuestra sabiduría, nuestro ingenio y los múltiples recursos culturales que se han ido sedimentando en nuestro interior con el paso de los años. Por todo ello, quiero que hoy leamos el poema Ítaca del escritor griego Constantino Kavafis.
Espero que os guste y, como el poeta latino, os invito a aprovechar y cultivar cada instante de vuestra vida como si fuera el último. Salud.
Ítaca de Constantino Kavafis
Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.